El pasado año tuve la oportunidad de estar en Kenia y Ruanda grabando un documental sobre «cambio climático y migraciones internas en África». Allí conocí personas y paisajes que se quedaron en un rincón del corazón.
Kenia era distinto; lo europeo de algunos barrios de Nairobi, el turismo de alta calidad, sus numerosas sedes internacionales.
En Ruanda comenté a mis compañeros que sentía la tensión de lo no resuelto, refiriéndome a que los efectos del genocidio impregnaban el ambiente.
Sin embargo en Kenia las sensaciones eran distintas: un país «más rico», una isla en medio de los conflictos de la región, un lugar donde unos acontecimientos como los de Sudán (Darfour), Ruanda o El Congo eran impensables.
Pero todo lo comentado sobre Kenia, en gran medida gratuito, se quedó sin argumentos después de los acontecimientos que se iniciaron en el mes de diciembre del pasado año. Aparecieron las primeras noticias de muertos y desplazados en Nairobi y Kisumu como consecuencia de un posible «pucherazo electoral».
Pensé: «Puede ser ésta o cualquier otra, es lo mismo, es uno de los muchos detonantes que se ponen encima del tapete geoestratégico internacional para el control de los recursos… las tensiones latentes del tercer mundo».
Según fueron pasando los días hubo noticias más interesantes (vg., relaciones Bruni-Sarcosi), que fueron difuminando la actualidad de los cientos de muertos y de los miles de desplazados. Esto suele ocurrir con demasiada frecuencia, son desgracias lejanas o virtuales, no son nuestras.
En los primeros días nos llamaron pidiendo ayuda algunas de las personas que fueron nuestros guías o nos habíamos encontrado durante el desarrollo del trabajo.
La situación era difícil, no se podía hablar de genocidio pero sí de muchos muertos. Es bueno recordar que las atrocidades de Ruanda de 1994 surgieron cuando el presidente Juvénal Habyarimana falleció en atentado, aún no resuelto, y ello provocó el uso de estos hechos como excusa para instrumentalizar los peores sentimientos de los seres humanos; todos los métodos son válidos para acceder al poder, incluso los asesinatos masivos.
En muchas ocasiones qué bien nos vienen esos acontecimientos aquí para controlar los de allí.
¿Qué hacer? ¿Cómo ayudar? ¿Qué podía suceder? ¿Cómo podía dejar de ser noticia, tan rápidamente, saber que había más de mil muertos y miles de desplazados? En otras ocasiones la actualidad informativa de las tragedias había durado algo más.
La solidaridad económica era urgente, pero tanto o más era evidenciar lo que estaba sucediendo.
De ahí nació esta llamada; era una pequeña repuesta a un problema de grandes magnitudes.
Pequeñas respuestas colectivas e individuales logran sensibilizar las situaciones de los otros, de los que también importan, de los que tienen poco o nada para que nosotros tengamos más.
Todos agradecemos vuestra solidaridad, vuestra justicia, vuestra voz
Besos y abrazos para todos y todas
Jesús Rivillo Torres
Director y Fundador de la Fundación Escenarios de Sostenibilidad
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