martes, 2 de octubre de 2007

Algo se puede hacer… para paliar los “efectos” del cambio climático

Se pide en una oración que Dios nos conceda serenidad para aceptar las cosas que no se pueden cambiar, valor para cambiar aquéllas que se pueden y sabiduría para reconocer la diferencia.

Como humanos debemos pensar y reflexionar sobre los desastres originados por los efectos del cambio climático: incremento de las inundaciones y sequías, sobreexplotación y agotamiento de los recursos, aglomeraciones y hacinamientos, éxodos masivos y migraciones desesperadas, pobreza, contaminación... Toda esta vorágine de sucesos genera mucha angustia y desesperanza en el ser humano. Pero si es posible debemos tomar partido, opción, iniciativa, hacer lo que en nuestra mano podemos para cambiar algo, aunque sea poco. Sirve más hacer que decir. Si puedes haz, o al menos piénsalo.


Hemos de pensar que aunque mucho de lo que ocurre es triste, hay motivos para creer que hay expectativa, porque algunos ya se han puesto a hacer algo. Vivieron lo que les tocó vivir y no se conformaron, decidieron construir y actuar para otros. Sus anhelos eran en cierto modo su vida. No esperaron a que las cosas llegaran. A veces nos abrumamos y desconsolamos con lo que ocurre, pero sus ejemplos bien nos valen: iniciativas, concienciación, educación, apoyo económico, participación en proyectos, ahorro energético, solidaridad. Al menos, podemos hacer algo para nuestro pequeño entorno, lo que alcanzamos a modificar. No tenemos por qué buscar soluciones globales, y si todos pensáramos así, las cosas cambiarían. La premisa es “piensa global, actúa local”. Y yo sugiero: “actúa familiar”, en sentido amplio de estirpe y amistad. Y aquí va una propuesta, que en la medida de mis posibilidades procuro llevar a cabo: busca un entorno cercano de familiares o amigos que tengan algún problema. Apóyalos o procura ayudarlos si puedes, y no pierdas esa perspectiva. Cuando consideres que lo has conseguido, márcate un nuevo reto. Más adelante lo harás quizá por un desconocido o te darás cuenta de que puedes llegar más lejos. A veces una sonrisa a tiempo, una conversación o una actitud positiva enseña más que mil palabras o consejos. Transmite esta idea. Vale más el ejemplo que se da que la propia acción.

Como en la oración de la Serenidad que vimos al inicio, aprendamos a valorar nuestras propias capacidades, que son mayores de lo que nos imaginamos porque lo que hacemos siempre es más grande que lo que pensamos. La mejora de lo ajeno, es en definitiva, también la nuestra. Somos lo que queremos ser y en nosotros está nuestra propia solución... y, en parte, la de los demás.

Autor: Felipe Castilla Lattke

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