martes, 2 de octubre de 2007

Congruencia, Consumo y Sotenibilidad

Utilizo con frecuencia la Nacional I en su primer centenar de kilómetros y contemplo a menudo el trasiego de piezas de aerogeneradores. Las combinaciones son variadas: aspas sueltas, las tres juntas en una especie de jaula, el gigantesco vástago que eleva el generador o la carcasa que lo aloja. Lo que sorprende es que estos transportes excepcionales no realizan el viaje en un sentido, sino que casi son tan abundantes en un sentido como en otro.

Creo que la introducción es pertinente porque retrata las consecuencias de dejar las buenas ideas exclusivamente en manos del mercado. Los cada vez mayores artefactos encargados de aligerar nuestro debe con los combustibles fósiles, empiezan su andadura engrosándolo, ya que las grandes compañías energéticas se ajustan a la inexorable ley de la oferta y la demanda y unas veces los generadores deben ser más baratos en el sur y otras en el norte. Y ya que de compañías energéticas hablamos, quizás la buena idea original pasaba más por disminuir individualmente, todos y cada uno, nuestra huella ecológica que por seguir atrapados en las “redes de las eléctricas”, consumiendo las mismas o aún mayores cantidades de energía y con impactos que no deberíamos asumir.

El mercado, por supuesto con nuestra anuencia como consumidores, está retrasando gravemente el reemplazo de los combustibles fósiles en la locomoción. Distorsiones especulativas como la de los precios de los alimentos básicos con la excusa de los biocarburantes, la paradoja de la exención tributaria a vehículos de gran cilindrada o biplazas y la poca apetencia que para los compradores de automóviles despiertan los híbridos por su precio y bajas prestaciones, deberían hacernos pensar. Casi con seguridad, el futuro más viable está configurado por vehículos eficientes y lentos, transporte colectivo, austeridad y solidaridad.

Cada vez que el capital se adueña de las propuestas de cambio estas se generalizan, pero al precio de que la ciudadanía se anestesie, aliviada por no tener que soportar cambio alguno ya que sus proveedores se encargan de todo. La única decisión consiste, como hasta ahora, en elegir el modelo de vehículo, porque ya todos son ecológicos. Ahorrar, renunciar, compartir... no tienen razón de ser ahora que ya podemos enchufarnos a la energía verde. ¿Qué sentido tiene ejercer nuestro poder de consumidores a costa de sacrificio para cambiar las leyes del mercado si lo verdaderamente sostenible es la miseria... de otros?

Autor: Andrés Bermejo

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